Nicolás, Tomás y yo subimos durante un rato hasta encontrar el sitio donde la tarde anterior habíamos visto agua corriendo para llenar las cantimploras, tres litros por cabeza hasta encontrar el siguiente punto de abastecimiento. Desayunamos barritas energéticas, café con leche en polvo y galletas mientras amanecía en la sierra. Hasta casi las nueve no arrancamos. Hoy veríamos los primeros humanos desde el jueves.
Descendiendo por el Barraco de Las Calderetas |
Buscando la loma de la Alcazaba |
Una vez arriba, nos hicimos las fotos obligadas y rezamos un Padrenuestro por la pronta recuperación de Guillermo, el hijo de nuestro compañero de montaña y amigo Quique Flores, y giramos hacia Siete Lagunas, bajando por el Colaero.
Alcazaba con el Mulhacen al fondo |
Si las subidas de esta sierra son imponentes, las bajadas lo son aún más.
Bajada a Siete Lagunas por el Colaero |

Impresionante y larga bajada hasta Siete Lagunas. Todo lo que fuera perder cota nos contrariaba mucho, pues significaba que tendríamos que ganarla otra vez.
Siete Lagunas |
Bajamos junto con un montañero de Granada que nos enseñó dónde manaba agua helada debajo de una piedra al comienzo de las Siete Lagunas. Rellenamos allí las cantimploras de un agua riquísima.
Bajamos media hora más para almorzar sobre las tres de la tarde en la Laguna Hondera (2.900 m.), una de las siete que da nombre a este valle, y poder encarar la Cuesta del Resuello para subir al Mulhacén, el pico más alto de la península. ¿Otra vez vas a decir que es el más alto de la Península? Sí, otra vez, y lo subimos.
Laguna Hondera en Siete Lagunas |
En cuanto terminamos de comer, me hice un apaño de esparadrapo en la uña del dedo gordo del pie y encaramos la Cuesta del Resuello para subir al Mulhacén.
Poco a poco fuimos ascendiendo en zigzag los 582 metros de altura que nos separaban de la cima del Mulhacén, unos metros muy arduos por el peso de las mochilas. Hacía frío, pero sudamos y bebimos en cantidad, y en algo menos de dos horas estábamos en la cumbre del Mulhacén. El esfuerzo había valido la pena y la vista era más que impresionante. A los dos lados se podía ver media España, aunque duró poco porque empezó a subir la niebla, que precipitó el comienzo del descenso, después de hacernos las fotos de rigor y rezar un Padrenuestro por Guillermo frente a la Virgen de las Nieves.

Cima Mulhacen |
Se nos iba la hora y todavía quedaba mucho que andar. Cogimos la pista que nos llevaría hasta la Carihuela, donde podríamos descansar y cenar.
Andamos unos 10 kilómetros, dejando a nuestra izquierda el refugio de Cuatro Vientos, en una sucesión de desniveles, tanto hacia arriba como hacia abajo, mientras iba cayendo la tarde y entrando la noche.

Camino del Refugio de la Carihuela |
Eran ya las nueve de la noche cuando decidimos parar. Hacía un frío muy intenso, algo de viento helado, y estábamos todos tocados, sobre todo Antonio que tenía bastante fiebre. Quede recogido en esta crónica que en ningún momento del día se le pudo oír a Antonio nada parecido a una queja. Nicolás y Borja rellenaron agua donde se deshelaba el nevero.
Montamos las tiendas, nos pusimos ropa seca, y cenamos dentro de las tiendas: Sopistan con cus cus, pasta con carne, chocolate, frutos secos y mucha agua. La tienda la pusimos donde pudimos, ya que el terreno era muy pedregoso y estaba inclinada, por lo que dormimos poco y mal escurriéndonos hacia abajo.
Espectacular Noche con el Mulhacen de fondo |
Habíamos marchado durante 12,30 horas subiendo varios tres miles, entre ellos el Mulhacén.
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